La crisis económica en la zona euro ocupa desde hace varios meses los titulares de los noticieros financieros. La labor que la presidente Ángela Merkel realiza por evitar la quiebra es titánica, busca establecer un equilibrio económico basado en el control del gasto, pero tal vez le falta ir a la raíz del problema como lo hizo el primer ministro de Hungría, Viktor Orban. En una conferencia, en Madrid, afirmó que “la depresión económica europea no responde a una coyuntura, sino que es consecuencia de una crisis de orden espiritual”. Las raíces cristianas son las que hicieron del viejo continente una potencia económica, porque lograron dar cohesión al ámbito familiar y laboral. El crédito, por ejemplo, se otorga a quien lo trabaja y goza de prestigio y responsabilidad. Ahora vivimos bajo la esclavitud del pago de créditos. “El yugo ha dejado de ser la espada y se ha convertido en el pago de créditos”. La ambición descontrolada está quebrando a los países y lo mismo le puede suceder a cualquier otro. Y para probar su tesis puso como ejemplo su país, que siendo pobre como consecuencia de la herencia comunista, se mantiene sano económicamente porque antes se renovó espiritualmente, desde los valores de la familia, la dignidad de la persona y la libertad.