El Pueblo Mexicano (y digo así porque los católicos somos la mayoría) se prepara para la celebración de un aniversario más del acontecimiento del Tepeyac. Han pasado varias centurias y la gloria de esta colina no se ha empañado; al contrario se agiganta y se hace inmensa. El indio es ya un pueblo, es toda una raza que año tras año va a depositar a los pies de Santa María de Guadalupe el fardo formidable de su historia. Y aunque no la vemos con los ojos mortales de nuestro cuerpo como la vieron los del indio Juan Diego, pero mejor que él, la vemos por nuestra fe y nuestro amor. Los siglos que han pasado, no han podido apagar el eco del mensaje de amor y de esperanza que resonó en la colina del Tepeyac. Los católicos de hoy las oyen emocionados porque son las palabras de la Madre en las que hace la gran promesa de mostrarse clemente, amorosa y compasiva y en nuestros trabajos y aflicciones darnos consuelo y alivio. Sufrir cuando se sabe que una madre se compadece desde el cielo es algo que reconforta. Hablar con el lenguaje mudo de las lágrimas, cuando tenemos la íntima convicción de que hay un corazón maternal que entiende y siente nuestras lágrimas y que tarde o temprano las enjugará, es algo que da tranquilidad. Muchos quisieran que no hubiera dolor en la tierra, pero éste siempre será luz, pureza y amor; destruirlo sería prescindir de estos valores. Cristo nos dejó el dolor, pero le comunicó maravillosa fecundidad y puso en él: salud, vida y esperanza. El dolor purifica y engrandece y Santa María de Guadalupe es nuestro consuelo en él.
Con motivo de este fervor guadalupano de los católicos mexicanos, creo que es oportuno decir algo sobre la: “Religiosidad popular”, expresión ésta que a simple vista puede sugerir un contenido deformado y religiosamente peyorativo, porque aunque sea un medio de preservar las tradiciones populares, se le considera vacío de significatividad de fe. Sin embargo la iglesia Católica la considera un gran bien aunque tenga algunas deficiencias. Cuando se habla de la Religiosidad Popular, se hace referencia al grueso de la población que no tiene una racionalidad científista ni ilustrada, pero tiene una profunda racionalidad vital, consistente en una conciencia vivida, primaria y directa de la existencia humana. Una experiencia de la vida de la que fluye una intuición valoral, un saber vital de la realidad, con carácter de una verdadera sabiduría. Siente el sabor de la vida, del sufrimiento, de la justicia, de la paz y de la muerte. Ese pueblo sencillo tan querido por Jesús y al que todos dicen defender, comprender y cuyas necesidades son según dicen, la piedra de toque de toda reforma política. Pueblo que siempre se pone por delante, y se habla en su nombre sin contar con él. Conocido solamente por censos y estudios archivados. Ese pueblo real, concreto, sin idealismos ni utopías, con su polvo y tosquedad, sin pulir, sin mentalizar, ni educar es de un valor incalculable que muy pocos saben apreciar. Ese pueblo así como es, siente la necesidad de relacionarse con la Divinidad en forma sencilla, sin conceptos abstractos y su oración hecha con fe y quitado todo lo negativo es muy grata y escuchada por Dios. Jesús mismo lo dijo.
Quitando todo lo que huela a magia, tabú y superstición ya que estas cosas usan el elemento cristiano como barniz superficial para encubrir un sustrato pagano, lo demás habrá que fomentarlo como plegarias populares, vgr: oración al ángel de la guarda, las jaculatorias, el rezo de las “tres Ave Marías”, o bien las llamadas “prácticas de piedad” como los primeros viernes, los Domingos al Sr. San José, el rosario, el viacrucis, la visita al Santísimo, la hora Santa, todas estas cosas son interesantes y la Iglesia las purifica, las vitaliza y las recomienda. Lo mismo que las celebraciones patronales vinculadas a una advocación de la Virgen María como Nuestra Señora del Carmen, de Lourdes, la Medalla Milagrosa, etc., También son aceptables las procesiones, las peregrinaciones sobre todo a Santuarios Marianos gozan de gran tradición y entusiasmo en el pueblo mexicano, porque tienen algo que decirle y ofrecerle. Todos estos actos externos de culto son los medios de expresión de la riqueza interior de la religiosidad popular. Esta, tiene un hondo sentido de Dios y dependencia de El. Frecuentemente se oye decir: “Si Dios me presta la vida y me da licencia” “Que se haga lo que Dios quiera” son ejemplos estos, de que el pueblo vive su fe con seguridad y certeza que Dios con su Divina Providencia lo cuidará: Tal vez sin recordar las palabras de Jesús que recomienda buscar primero a Dios y lo demás vendrá por añadidura. Que bueno que se acercan estos días de fervor guadalupano en los que la religiosidad popular va a revitalizarse para que las personas vivan su piedad bautismal y rindan el culto de veneración muy especial que los católicos damos a la Virgen en su Advocación de Guadalupe. Prepárese a vivir el último mes del año, lleno de fiestas religiosas de una manera buena, lleno de fe y gratitud a Dios, porque nos ha prestado la vida y nos ha llenado de favores. Si es mexicano y católico únase a los festejos nacionales y provincianos en honor de la Reina y Madre de los Mexicanos. SANTA MARIA DE GUADALUPE. La religiosidad popular, es una tradición profunda, fruto de la acción evangelizadora de los antepasados misioneros, herencia de su riqueza doctrinal y espiritual; y una orientación fundamental hacia Dios; que se expresa con procesiones, peregrinaciones y demás, que demuestran una fe vivida, en forma valiosa y una sed de Dios. Las expresiones de la -Religiosidad popular- son un tesoro de la fe del pueblo mexicano, que le dan fuerza y la alimentan, contra el materialismo ateo, que es un humanismo sin Dios. Por lo mismo la autoridad eclesiástica promueve de varias formas vitalizar la religiosidad popular, para que la fe siga adelante en forma robusta; porque está asediada, por la cultura que se está viviendo en la actualidad. En esta situación de cambio, hay que estar alertas, contra los antivalores que están aflorando. Hay que evitar la inercia que se aferra a la sensualidad egoísta y es placentera; y vivir la fe con alegría y generosidad. ¡Arriba y adelante!